La cata de rosados.
Todo estaba preparado para comenzar. Las copas esperaban limpísimas sobre el mantel blanco mientras el grupo se acomodaba en torno a la mesa. Empecé a hablar de las fases de la cata, del método de elaboración de los vinos rosados, de la composición de la uva… Silencio total, sin preguntas, todo estaba clarísimo… Sobre todo, para mí, que sabía que estaban deseando pasar a la acción. Así que, una vez que terminé de llenar la pizarra de esquemas con letras rojas, empecé a llenar las copas y, poco a poco, la tarde toda se tiñó de rosa.
Navarra, Valladolid, Cataluña, Valencia… Cada copa de vino nos hace viajar por la geografía, conocer el clima, la tierra, las variedades de uva que cultivan, los métodos de elaboración que utilizan. Y, por otro lado, nos hace también volar y explorar desde nosotros mismos el mundo de los sentidos.
Empezamos catando Garnacha de Navarra, Gran Feudo 2008, de Bodegas Chivite. Continuamos con otro Garnacha, pero, completamente distinto, el Malvarrosa, de Valencia, un semidulce natural con 35 g/l de azúcares. Seguimos el viaje por Cigales con Viña Revenga. Y, de allí, aterrizamos en Cataluña, con un Merlot de Jaume Serra (Penedés) y un Raimat “Rosado Frutal”, Cabernet Sauvignon y Merlot, de Costers de Segre. Terminamos de nuevo en Navarra, con un Merlot fermentado en barrica, Castillo de Monjardín.
Las sensaciones fueron muchas. Parsimonia se llenó de flores y frutas rojas y el inicialmente tímido grupo, empezó a despertar y a sumergirse en el viaje a través de las copas, a comparar variedades, zonas, colores, aromas, sabores… Preguntas, respuestas, comentarios y, como siempre, disfrutamos de un rato agradable y divertido destapando los sueños que encierran las botellas de vino. Al menos yo, pero, espero que, para los que lo compartisteis conmigo también fuera así.
Mil gracias por venir y, seguiremos disfrutando del maravilloso mundo del vino.
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